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Con lleno total se realizó anoche la charla “La familia humana en el jugar, amar y la confianza”

11.10.2013  Dictada por Ximena Dávila y Humberto Maturana, la charla se enfocó en las diferencias entre enseñar y educar, y las derivaciones que estos dos conceptos acarrean en los procesos de aprendizaje, tanto en la familia como en el colegio.


La presidenta del Centro General de Padres, Viviane Millar, dio la bienvenida a los expositores luego de leer algunas referencias acerca de sus carreras profesionales.


Humberto Maturana Romesín

Doctor en Biología por la Universidad de Harvard y Premio Nacional de Ciencias 1994. Sus aportes en el campo de biología han generado un impacto a nivel mundial en diversas ciencias y disciplinas a nivel práctico y teórico. Como co-fundador de la Escuela Matríztica de Santiago, su llamado a mirar el amar como fundamento del origen de lo humano ha sido una inspiración y audaz invitación que conmueve a millones de personas a través de sus escritos, reflexiones, colaboraciones y calidez humana. En Matríztica su trabajo científico ha alcanzado dimensiones de transversalidad a nivel local y global.


Ximena Dávila Yáñez

Orientadora y Epistemóloga. Co-fundadora con Humberto Maturana de la Escuela Matriztica de Santiago. Desde su trabajo profesional ha generado el arte y ciencia del conversar liberador que ha tenido un profundo impacto inspirador en desarrollos innovadores en el diseño y realización de procesos de transformación cultural de las comunidades humanas en Chile y en diferentes países. Su invitación a ver el orgien cultural del dolor humano constituye una oportunidad liberadora de las competencias y habilidades humanas generadoras de bien-estar.


La charla se desarrolló desde un planteamiento del Dr. Maturana de que el ser humano es un niño crecido, que se transforma y expande, manteniendo rasgos infantiles. Al crecer se torna serio porque ser adulto es en nuestra sociedad volverse serio, y así pierde la capacidad del jugar, de lo lúdico, que genera alegría por sí solo; entonces, comienza a competir, que, al contrario del juego, le genera estrés, menos alegría y malestar. En esta transformación inciden todas aquellas personas con las que el niño se relaciona en cualquier momento de su vida. Esas relaciones van marcando su entorno y su transformación, siento muy importantes en ella, por la cercanía y el tiempo que conviven juntos, la familia y el colegio.


Los profesionales, en un ambiente distendido y planteado como un “conversatorio” dieron ejemplos de situaciones y recalcaron el concepto de inteligencia como la “plasticidad conductual en un mundo cambiante”. Ximena Dávila hizo hincapié en que enseña a través de un modo de vida, con el que el adulto actual se muestra inconsecuente delante de los niños, y donde los niños aprenderán del modo de vida de los adultos con quienes conviven. Si los adultos son respetuosos, tolerantes y correctos, los niños aprenderán ese modo de vivir, y a través de él los principios y valores, que para los profesionales no se enseñan, sino se viven.


Postularon que los problemas de aprendizaje no son en sí del mismo proceso o de falta de inteligencia, sino emocionales. Dieron énfasis en la labor de los adultos de ser consistentes y de escuchar. Si no se es consistente, consecuente con lo que se dice y hace, se fomenta la mentira. “Los valores se viven, no se declaran”.


Señalaron la importancia de escuchar. Al escuchar al otro se le reconoce como una persona, importante dentro de ese entorno, se le dedica atención y respeto, y se comparte; el tiempo es un modo de conectarse con el otro. “Los niños se transforman con los adultos con quienes conviven”. Si los adultos no establecen estas conexiones con los niños, cuando éstos crezcan no querrán establecer conexiones con los adultos con quienes convivieron, pues no vivieron con ellas. Acerca de esto, señalaron que no son los actuales niños el futuro de la humanidad, sino los actuales adultos, con quienes los actuales niños se están transformando.


En la diferenciación entre enseñar y educar, Dávila y Maturana plantearon que el educar es transformar en convivencia; mientras, el enseñar es guiar la mirada a la acción y la reflexión en el convivir. El educar es, para ellos, el proceso de transformación permanente que todo ser humano vive, desde que nace hasta que muere, a través de la convivencia y relación con otros. El enseñar es ejercer una orientación acerca de saberes y guiar a la reflexión sobre ellos. Además, los niños quieren aprender a hacer bien las cosas, y en esto cobra relevancia escuchar cuando preguntan “¿cómo se hace?” y no coartar ante el error. Sin errores, no hay aprendizaje; quien nunca se equivoca, nada aprende, porque el error es posterior a la experiencia y la experiencia enseña.


La libertad fue otro de los puntos que tocaron, entendida como la acción de escoger cada uno entre lo que le hace sentido y con lo que se siente bien; aquello que lo dignifica en algún aspecto de su propio vivir, que lo mantiene en su centro, y aquello que no le hace sentido, le hace sentir mal, y puede ser desechado. La inteligencia se manifiesta en ese punto en la capacidad de reconocer lo que a cada uno le hace bien o no, y en la plasticidad para cambiar-lo o cambiar-se, dentro de un mundo en constante cambio.


Al final de la charla se dio pie a preguntas del público, apoderados y profesores, quienes plantearon sus inquietudes y dudas. Los expositores respondieron a ellas y agradecieron la invitación del Centro General de Padres, organizador de la charla.