11.03.2013 Muchas donaciones llegaron desde la zona de Main-Tauber. El Coordinador Cultural de esa época, Thomas Tolk, informa acerca del estado actual del proyecto de reconstrucción de nuestro Instituto en Rere, en el periódico alemán Fränkische Nachrichten.

Por Thomas Tolk.
Parecía un campo de batalla en Chile. El gobierno de Sebastián Piñera se enorgullece: para el 92% de las familias afectadas por el sismo la reconstrucción está finalizada. Pero el alcalde de Talcahuano, la ciudad más afectada, advierte acerca de tener cuidado sobre cifras triunfalistas.
El Instituto Alemán Carlos Anwandter, en la sureña Valdivia (para el tiempo del terremoto dirigido por Irene Eisele, la antigua directora de la Weikersheim Gymnasium) buscó inmediatamente una forma propia y novedosa de contribuir con una solución a la dramática situación que se estaba viviendo. Un ex alumno, el arquitecto Gerardo Saelzer, desarrolló un concepto totalmente novedoso para pequeñas casas prefabricadas de materiales resistentes, las que los propietarios, después de la construcción, podrían ampliar paulatinamente a viviendas más grandes con la incorporación de módulos. A través de la fuerte recolección de fondos, tanto en Chile como en Alemania, llamado que también fue publicada en este periódico, se pudo producir cuatro prototipos de casas prefabricadas y construirlas en Rere, pequeño pueblo fuertemente golpeado por la catástrofe. Para ello trabajaron mano a mano alumnos, padres y profesores del Instituto Alemán con los habitantes, y después de dos días de esfuerzo mancomunado, cuatro familias pudieron ocupar sus nuevas casas. Esto significó para todos ellos una inolvidable experiencia.
Poco después del tercer aniversario de la tragedia viajamos a Rere para ver que había sucedido con el proyecto del Instituto Alemán de Valdivia.
La primera impresión: hay avances en Rere. Algunas calles fueron asfaltadas, algunas nuevas casas construidas, casas antiguas renovadas y con nuevas manos de pintura; el cementerio tiene una nueva muralla, en la cercanía existe ahora una nueva sala multiuso. En la plaza están igual que antes los antiguos árboles, el monumento a O’Higgins, el campanario de la iglesia. Con un segunda mirada se nota algo: aquí en el antiguo centro del pueblo aún son visibles los estragos del terremoto. La una vez elegante casa del Obispado está en peores condiciones que en 2010, las paredes se caen, del techo se han caído tejas y pedazos de plástico ha sido colocados en vez de ellas. Se ven casas aún en pie pero deshabitadas, en las que se ven grietas en las paredes de adobe. Muchas de las ruinas han sido sólo parcialmente demolidas.
Algunas de las víctimas han aprovechado el Programa de Reconstrucción del gobierno. Pero sólo algunas de las personas comunes fueron lo suficientemente astutas como para utilizar el dinero estatal para estos proyectos. Para una de las primitivas casitas de madera se debía realizar la postulación, demostrar la necesidad de aquellos fondos, demostrar que no se podía permanecer con familiares, y todo eso llevaba tiempo.
Nos interesan las cuatro casetas que fueron construidas en mayo de 2010 por el colegio.
La casa de don Luis Matamala está dentro de los restos de la muralla de la antigua casa familiar. Después de que aclaramos la razón de nuestra visita, nos dejó pasar. Él es muy reservado, cerrado, así como lo conoció el grupo que trabajó con él. Detrás de la casa hay un gran patio con árboles y arbustos, también leñera. Vemos ahora la caseta por detrás: la cocina de material transparente funciona como lavadero, el sistema de cañerías está perfecto. Al lado de la casa, construyó don Luis una cocina con un fogón abierto, allí hay repisas con alimentos y utensilios de cocina. Ingresamos a la casa y tenemos la impresión de que el material y el diseño han cumplido: no hay signos de deterioro como es común ver en las típicas mediaguas. Don Luis dividió el espacio interior rectangular con una cortina y dejó una parte como dormitorio y la otra como living, donde hay un sofá y dos sillones. En las paredes cuelgan algunas cosas de uso diario, como un casco de motocicleta.
Don Luis está conforme con la construcción que ha adaptado a sus necesidades. Nos acompaña a la siguiente caseta, que fue construida en un lugar cercano para don José Riveras y sus dos hijos. El dueño de casa está en el trabajo, pero en su lugar está su hijo de ahora 15 años quien nos da la bienvenida. Encontramos la casa instalada en otro lugar donde queda más espacio disponible. El interior es absolutamente sobrio: una cama para el padre, otra para el hijo (la hija vive independientemente ahora), una silla y una pequeña mesa; en la pared, un estante. Dos diplomas enmarcados documentan que la hija se licenció de IV medio y que el hijo terminó su Educación Básica y puede acceder a Educación Media. Una cañería se encuentra fuera de la casa, no se ve un lugar dedicado a la cocina, el padre almuerza en el trabajo, los niños en el colegio. Una casa funcional, que sirve para cumplir con el estudio y para el descanso nocturno. Nada más.
La señora Francisca Lara (“Panchita”) vive en la tercera caseta. Aprovechó el espacio disponible para construir un anexo que funciona como despensa. Con las planchas transparentes del techo, que fueron reemplazadas por planchas de zinc, pudo levantar un patio techado que colinda con la subida a un cerro. Ahí encontramos un fogón para ahumar carne, al lado una mesa de cocina y un gran estante con todos los utensilios necesarios. De esta manera la señora Panchita se procuró un lugar espacioso y muy ordenado.
En una colina se encuentra el hogar de la señora María Hortensia (“Tencha”) Herrera, una pequeña mujer de más de 70 años. La señora Tencha está afuera, al lado de la casa. Lentamente se acerca, su dificultad para caminar es evidente. Le aclaramos nuestro propósito de entregar los saludos del Instituto Alemán de Valdivia y ver cómo le va con su caseta. Nos menciona su difícil situación por una diabetes progresiva. Se muestra muy orgullosa de las planchas de zinc con las que ha recubierto toda la caseta y el techo. Así la casa queda completamente protegida contra el viento y la lluvia que en invierno azotan de manera inclemente la zona. Ella realizó una ampliación, así como la había pensado el arquitecto Saelzer, a continuación de la casa, por detrás, del mismo tamaño y medidas del original, además de un amplio cobertizo en el patio. De esta forma puede mantener su casa y trasladarse por ella sin demasiado esfuerzo.
En Alemania sería difícil de imaginar cómo alguien puede vivir en una casa de 2,5 por 8 m. Nos dimos cuenta en esta visita a Rere, cómo personas sencillas, que lo perdieron todo, han logrado comenzar de nuevo y han aprovechado la oportunidad que les brindó el Instituto Alemán: ellos construyeron junto los voluntarios del colegio las que serían sus futuras casas, y las han ido adaptando a sus necesidades. Como resultado, el proyecto de reconstrucción del Instituto Alemán Carlos Anwandter de Valdivia logró su meta más importante: a través de la acción social y el esfuerzo mancomunada de alumnos, padres, profesores y cuatro familias víctimas de la catástrofe, hacer posible un nuevo comienzo.
Más fotografías en nuestra galería de marzo.
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